Alegría Intensiva

A simple vista

historia18

Al entrar al hall del Hospital Gutiérrez se ve un gran mostrador de informes. Las personas que lo atienden trabajan recibiendo a cada uno de los que atraviesan la puerta. Sí, a todos y cada uno. “Ese estudio se hace allá. Ese turno se da por esa puerta. Doble, tome el pasillo y siga”. A simple vista se puede decir es un mostrador donde se trabaja, y mucho.

Con el Dr. Bernardo siempre comenzamos por la misma sala de espera. Semana a semana notábamos que desde el otro lado de la sala la gente del mostrador empezaba a saludarnos, a arengar, a aplaudir. ¡Nos esperaban!.

Un día, al volver de otra de las salitas de espera más lejanas y con el Dr. Bernardo siguiéndome (como suele hacerlo), les pregunté: “Disculpen, ¿ustedes podrían confirmarme si él me está siguiendo?” Fue un “Sí” rotundo y el primero de muchos, así que las veces siguientes, el “buen día” a la gente del mostrador era un paso obligado.

Un día Miriam, que ya recordaba nuestros nombres a la perfección, me dijo “Perla, hacé algo en el mostrador y que se junte mucha gente”. ¡Qué desafío!, pensé, un desafío ideal para un payaso. Me subí al mostrador y nos pusimos a trabajar. Nuestro trabajo consistía en escribir cartas de amor no correspondido, en ir contratando y echando al único candidato al puesto: “el Dr. Bernardo”, en hacer recitales, bailes, desfiles. El juego se repetía cada semana.

La última vez el Dr. Bernardo llegó tarde. Por supuesto me llamaron del mostrador y, para sorpresa mía, me mostraron un reloj que habían dibujado para cuando entrara el Dr. Bernardo. El reloj decía “TARDE”. Así que cuando la Dra. Perla la temorara la prueba de la semana al Dr. Bernardo, concluiría con el mismo final: “¡Despedido por llegar tarde!”.

Desde hace un tiempo todas las semanas nos subimos a ese mostrador blanco, impecable. Nos sentamos y comienza la magia: recibimos a los que entran al hospital con su día a cuestas y todos son bienvenidos a ingresar por un momento a nuestro mundo.

El juego que empezó en un mostrador ya es de mucha gente. De los trabajadores del hospital. De los pacientes que van a ver sus médicos. De los acompañantes de los pacientes. Todos somos parte de esa transformación. Porque para cambiar nunca es tarde y en el mostrador hace tiempo que el cambio se ve a simple vista.

Dra. Perla (Romina Amato)
Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez