Una mañana yo, la doctora Marta, y el doctor Riten entramos al cuarto de Santiago, un nene de 7 años que estaba con su papá y al que ya habíamos visitado otras veces. Comenzamos a jugar con él y su muñeco, mientras Santiago inventaba historias acerca de ellos juntos. En un momento, sigilosamente, me acerqué al baño como para descubrir alguno de los millones de mundos posibles que hacemos ocurrir a veces allí dentro. Fue entonces cuando Santiago me frenó y me dijo: “¡Cuidado, allí adentro hay un tigre!, y comenzó a hacer el rugido feroz. Con Riten cada vez nos asustábamos más y el rugido del tigre era más y más fuerte, así como también nuestras reacciones. Santiago reía a carcajadas, se paraba en su cama, abría bien grande los ojos y se convertía en el tigre que él mismo había creado. Una vez terminado el juego nos miramos con Riten y le dijimos: ”Bueno, nosotros nos vamos a ir porque ya no podemos más del miedo…”. Entonces él volvió a abrir enormes sus ojos, hizo una pausa y nos dijo:”¡Pero… el que rugía era yo!”.