La Doctora Estela, la Doctora Brótola y la Doctora Perla estamos en el Hospital Malvinas Argentinas y, como cada semana, abrimos la puerta de un pequeño corredor que nos lleva a un mundo inmenso en la sala de espera.
Allí las payasas vamos armando puentes en ese primer encuentro donde nos recibe un mar de gente: bebés, niños, mamás, papás y abuelas que esperan para ser llamados a su turno. Nosotras brindamos palabras, saludos y música, que transforman el ambiente y seguimos nadando en ese mar por un corredor donde se dan turnos que nos lleva a un segundo escenario donde paramos a compartir otra canción. Brótola toca un rock, Perla baila y Estela termina casándose con “Juan”, un abuelo que pide que vengan todos los chicos al casamiento.
Damos media vuelta y seguimos navegando hacia otro escenario que improvisamos para la gente, que hace otra fila larga esperando a ser llamada; para ellos cantamos y bailamos dando todo. Al terminar, giramos y vemos detrás nuestro una imagen que nos conmueve, una pequeña niña con ojos grandes, profundos y ropita gastada, sentada en un banco de madera donde hay dos personas adultas al otro extremo. Esta niña pequeña sostiene a un bebé, de no más de tres meses, que agarra con mucho cuidado con sus bracitos.
La niña nos mira. Ella no había podido acercarse hacia las payasas en ese escenario imaginario que improvisamos pero nos llama desde su mirada y allá vamos. Estela se sienta a su lado, y Perla se pone frente a ella junto a Brótola. Le preguntamos su nombre. “Milagros”, dice y suspiramos diciendo: “no podía ser de otra manera”. “¿Y el bebé?”, pregunta Estela. El bebé tenía un chupete rosa y el no dar por hecho este dato hace que Milagros pueda decir el nombre de su hermano. “Se llama Valentín. Suspiramos diciendo: “no podía ser de otra manera”.
Dos nombres tan especiales, dos niños tan especiales. A partir de allí, comienza a sentirse la transformación que surge de acercarnos a hacer un regalo a estos niños. Comenzamos a cantar para Milagros y Valentín la canción del pececito: “pececito de agua clara, pececito ¿adónde vas? A juntar caracolitos a las orillas del mar”. Brótola acompaña con su guitarra. Bailamos, sonreímos y Milagros mueve los pies mientras sigue sosteniendo a su hermanito en brazos, recibe emocionada este regalo. Al terminar la canción, para gran sorpresa nuestra, se escuchan aplausos un poquito más lejos, los aplausos que Milagros no podía hacer por tener a su hermanito en brazos. El espacio es tan grande que hay que hacer un esfuerzo por escuchar pero resulta tan fuerte esa imagen de Milagros y su hermanito que llega como una gran ola a todo el lugar. Es así que en un silencio lleno de música se escuchan los aplausos de otros peces que agradecidos también acompañan a estos dos pequeños pececitos a juntar caracolitos a las orillas del mar.