Un sábado al entrar a una de las habitaciones, la Dra. Estela y yo, la Doctora Perla, reconocimos de inmediato al niño que allí estaba acompañado por su papá.
Se llamaba “Máximo”; le dijimos: “¡Máximo es nombre de rey!”. Con una primera mirada cómplice de él y su papá fuimos jugando a que estábamos en “la fiesta del castillo”. Máximo nos miraba de reojo mientras acomodaba unos muñequitos que tenía; estaba atento a lo que hacíamos; mientras Estela y Perla se arreglaban el vestuario para la fiesta y hablaban sobre sus expectativas del festejo, Máximo nos dijo: “¡pero no hay globos!”. A partir de eso, comenzamos a cuestionarnos si estábamos en el evento correcto; buscábamos la invitación a la fiesta…
Máximo muy tranquilo afirmó: “esto no es un castillo, es un hospital”, Estela y yo enseguida respondimos: “¡¡con razón!!, pensábamos que íbamos a encontrar una fiesta con torta, pero que desfachatadas, quizás nos perdimos en el camino”, así mientras Estela me daba indicaciones del camino que teníamos que tomar para llegar, es en ese instante donde haciendo lugar a estas palabras que Máximo necesitaba decir, se produce el momento de transformación: Máximo empieza a darnos alguna pista de cómo llegar: “tienen que seguir derecho”, proponemos: “derecho, dos vueltas y después subís y doblás…” y cuando vamos acercándonos a la puerta para salir, nos cuenta: “fue el cumple de mi mami y cocinó pastafrola”, “¡uy!”, dijimos, “¿cuándo es el próximo cumpleaños?”, Máximo sonriendo dijo: “¡en agosto es el mío!”, “¡es que falta un poco!” le dijimos, entonces recordó: “¡viene el cumpleaños de mi tío!”; “y tu tío…¿cocina pastafrola? preguntó Estela”. En ese momento Máximo miró a su papá y juntos respondieron con seguridad: ¡¡¡ Sí !!! Así nos fuimos; sabiendo que a veces hay que hacer lugar a un NO, para que eventualmente pueda aparecer un ¡Sí!, para que puedan construirse castillos… incluso en un hospital.