Por Irma Passarelli, médica pediatra de planta y docente del Hospital de Niños Pedro Elizalde (ex Casa Cuna) para el blog Cunamoryvos.
En una oportunidad, mientras estaba realizando los prácticos de Pediatría, un alumno asistía a una beba de cuatro meses de edad que no paraba de llorar. Me dijo que seguramente la niña lloraba porque tenía frío, así que me acerqué a él y le dije en voz baja: “la beba no tiene frío, está percibiendo que te sentís nervioso frente a ella pues aún te falta experiencia en la delicada relación médico-paciente, sobre todo para tratar a los pequeños”.
Al escuchar que los payasitos estaban cerca, le pedí a la enfermera que los llamara al consultorio. Ellos, con el respeto que los caracteriza, pidieron permiso y se acercaron a nosotros. Alrededor de la camilla donde estábamos revisando a la beba, se encontraban su mamá y varios alumnos más. Una de las integrantes de Alegría Intensiva se acercó, preguntó el nombre de la niña, y con una voz cristalina y suave, acompañada por su guitarra, comenzó a cantarle una melodía improvisada, en la que como una campanita, repetía su nombre. La pequeña dejó de llorar, estiró sus bracitos en actitud de descanso, y mirando hacia arriba comenzó a sonreír. ¡Vaya lección para los alumnos!, quienes comprobaron el poder del afecto, de la ternura y de la contención.