Alegría Intensiva

Maga

Martes, hora 10.30, piso 1, CIM 61, payasos 2, ella 1. Rayuela de números que vamos saltando con un pie, dos narices.

Pasillo, escalera, ascensor. Llegamos al CIM 61. Nos recibe la Dra. Roxana con un pedido especial. Están por venir a buscar a una niña que debe ser trasplantada. Y nos propone acompañarla al quirófano. La novedad siempre es magia. Porque aparece sin esperarla.

Es una propuesta y un desafío enorme y maravilloso. Y contundentes decimos que sí.

Nos pide que la visitemos primero a ella y que cuando deba ir a quirófano nos llamarían para ir juntos.

Entonces allá vamos. Pasillo, pasillo, pasillo, habitación, puerta. Cama, cama. Ella.

Su mirada profunda, curiosa, firme, nos invita a pasar.

Maga. Sí, Maga. De pronto se sienta en su cama y nos muestra su truco. Sus dedos como eslabones, cerrados. Nos pide que soplemos. Soplamos y entonces los eslabones se liberan, sus dedos vuelan y la magia nos despeina. Los payasos estamos atónitos y entusiasmados con su habilidad. Y entonces otra vez, truco, dedos, eslabones, soplamos y abracadabra: sus dedos extendidos son libres y ahora son rayos de sol que salen por la ventana, que afuera está nublado, que adentro hay sol. Sopla el Dr. Sencillo, sopla la Dra. Ruda, sopla la Dra. Roxana. Todos creemos en la magia. Y en el sol.

Una canción. Y otra. Sus ojos escuchan y bailan valsecitos. Entonces hacemos una canción para ella. Maga. La guitarra acompaña y crea paisajes. Ella sonríe. Es su canción. Propia. De ella. Para ella.

Nos despedimos hasta dentro de un rato. Y seguimos nuestro recorrido por las habitaciones.

Hasta que entonces llega la hora. Nos avisan. Y allá vamos.

Ella, su mamá, la Dra. Roxana, el camillero y nosotros. El recorrido se construye a cada paso, a cada nota, a cada baile, a cada mirada. Los pasillos son ruta, tobogán, trampolín, camino, pasaje, avenida, laberinto, puente. No conocemos el recorrido pero vamos adelante y codo a codo. Curvas y rectas. Pasillo, pasillo, rampa, escalera, ascensor. Metros, kilómetros, la vuelta al mundo en ochenta trucos. Suena el estribillo por todo el hospital. Maga. La “a” final sube, Magaaaaaa, escapa por las ventanas, por los techos, cada vez más alto. El Dr. Sencillo y la Dra. Ruda intentamos llegar a la “a” escalando tierra y cielo, aire y luz, en  cada intento, en cada escalón. Las baldosas son eslabones, cuadraditos sin números que saltamos bailando con sol, que afuera está nublado, pero acá no.

Puerta. “Hasta acá”, nos dicen. Entonces una canción. Una canción que sí y una canción que no. Entonces la Dra. Ruda multa al Dr. Sencillo. Ella, Maga, también lo reta. Y entonces lo reta a cantar algo especial para ella. Entonces más música. Y ella se vuelve sonrisas. Sabe lo que quiere. Y sabe abrir las puertas para ir a jugar y las ventanas para ir a cantar.

Entonces la música queda sonando, en los rayos de sol, como notas en pentagramas amarillos. Y llegan los deseos. Que aparecen como por arte de magia.  Y los recuerdos. Y los deseos que recordamos que le queremos regalar. “AMOR”. “Ah, y un poquito de amor”. “Ah, ya sé, ya sé: un cachito de amor”. “Esperá, esperá, me acabo de acordar: amor”. Y así, los payasos van recordando deseos, regalos para Maga. Como conejos y palomas que salen de una galera. Los deseos-amor brotan frente a esa puerta. Rebalsan como cataratas que la compuerta no va a poder detener. Y entonces el camillero levanta la mano. “Yo también”, dice, y le sopla un deseo en la cara: “amor”. Y entonces la Dra. Roxana, sopla fuerte un deseo nuevo, que despeina: “amor”. Y ese rincón es ahora una laguna de deseos, un lago, un río. Hay ríos de risas y hay ríos de deseos.

Entonces, ahora sí, es la hora. Los números del reloj saltan la hora. Y los payasos, nariz en mano, mano en corazón, corazón eslabón, nos despedimos hasta dentro de un rato. Y nos vamos. Repletos de magia. Llenos de trucos los bolsillos. Y ella nada en el río, brazadas de dedos rayos de sol que salen por las ventanas, que afuera está nublado, que en ella hay sol. Y nosotros la miramos de lejos y soplamos fuerte.

Dra. Ruda, payasa de hospital de Alegría Intensiva
Hospital de Pediatría Juan P. Garrahan, Buenos Aires, Argentina